En un cuarto, de madrugada a solas,
En completa obscuridad, me enfrente conmigo misma.
Mientras los demás, o duermen, o bailan, o ríen, o hacen el amor,
A mí me toco pensar, a mí me toco llorar.
No me avergüenzo un segundo de ser tan sentimental
de llevar a flor de piel la pasiones que me inundan,
yo soy como la marea, total, temperamental,
y si alguien se da la tarea, de entenderme, pues no abundan.
Caminaba por un sueño, embriagada de saliva,
abrazada a un maniquí desnudo, sin pies ni brazos,
de oleo embarrado su cuerpo, y yo entre sus piernas cautiva,
tratando de definirme entre el triunfo y el fracaso.
Hace 24 horas me tocó matar al miedo
a ese terror milenario de sentirte solo luego
y lo vuelvo a confirmar, porque sé que ahora puedo,
seducir la soledad, y refinarme en el fuego.
Y allí tumbado en el piso desangrándose de frio,
quedo el temor derrumbado, y aun con una erección,
a esas alturas quiso, en su total desvarío,
titularme a mi culpable, y arrancarme el corazón.
Pero este corazón es mío, todos sus mil pedacitos,
y me los llevo conmigo donde los pueda juntar,
yo que tenía pensado olvidar muy despacito,
ahora queda confirmado que es mejor acelerar.
Porque no voy a habitar en el cuarto donde lloran
los que se encierran en sí, porque duele caminar,
los débiles ni lo intentan, más los fuertes se enamoran,
porque tienen la certeza de poderse levantar.
Y salí, no por querer, si no por necesidad,
de aquel cuarto tenebroso, y me fui a curar al mar,
sin temerle ni un poquito a fulana Soledad,
y regrese con las alas que te da la libertad.
Daylin Horruitiner